Cámara ¡ACCIÓN!

 


Muchas veces he escuchado que mi enfoque debe situarse en lo positivo, si tengo pensamientos positivos entonces tendré una actitud positiva y con una actitud positiva ¡puedo crear un día maravilloso!

Y estoy totalmente de acuerdo con esta forma de ver la vida, incluso en mi brazo izquierdo tengo un tatuaje que dice “positive” el cuál me hice hace unos años con el propósito de recordar esto.

Sin embargo, mis pensamientos positivos me generaron paz, pero cuando llegaban las cuentas que había que pagar, por más que intentaba mantenerme positivo, no me era posible pues el estrés que sentía al ver que no tenía suficiente para saldar mis deudas me llevó a un estado de intranquilidad, entonces me preguntaba a mí mismo: ¿De qué me ha servido pensar positivo si sigo en esta situación?

Bien pues a través de esto me di cuenta que existen dos tipos de positivismo: El primero lo denominé Positivismo ingenuo: Este es aquel positivismo que experimentamos quienes estamos pasándola muy mal (como decimos en mi ciudad: nos está cargando el payaso) pero decimos que todo está bien.

Y la segunda es el Positivismo realista: Este es el que experimento cuando sé que la estoy pasando mal, pero estoy actuando para salir de esto.

Creo que no se necesita un doctorado en física cuántica para entender que la diferencia entre una y otra es: LA ACCIÓN. Esta es la clave para experimentar una vida positiva.

Dios le dijo al profeta Jeremías: “si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca.” Es decir, si realmente destaco lo positivo de lo negativo, entonces esto se refleja en acción: mis palabras serán las palabras de Dios. Sin embargo, he de reconocer que mucho tiempo estuve en el positivismo ingenuo, aprendiendo mucho pero sin acción, esperando que todo se hiciera como por arte de magia.

Y si es verdad que los milagros se dan y que la magia es real, pero sin acción no hay poder. Un claro ejemplo sería este: quien se gana la lotería por lo menos tuvo que conseguir el boleto.

No se contenten solo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica. [Santo Santiago 1:22, la biblia]


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