No resistas tu fuego


En la tradición Judía existen personajes claves y si lugar a dudas, uno de los más importantes es: Moisés. 

Se cree que él fue quien escribió la “Torá” (La cual recibió directamente de Dios) que es el texto más antiguo y sagrado para los judíos, pues aquí encontramos la ley y la historia de su pueblo.

La vida de Moisés se puede dividir en tres etapas (cada una de cuarenta años) primero: como príncipe de Egipto, después: como pastor de ovejas y por último: como libertador y gobernante

Hoy quiero escribir acerca del momento en el que, a mi particular forma de verlo, Moisés empezó a vivir realmente pues las primeras etapas de su vida, se trataron acerca de sobrevivir.

Moisés nació en el seno de una familia judía en una época en la que los judíos estaban esclavizados bajo el látigo de los egipcios. Cuando Moisés era un bebé, el faraón promulgó el sacrificio de todos los niños judíos varones, por temor a que se hicieran tan numerosos que pudiesen hacer guerra contra los egipcios. La madre de Moisés, con el propósito de salvar la vida de su hijo, lo puso en una canasta (Una especie de bote) sobre el rio, esperando que alguien lo encontrase y lo ayudase a crecer. Esto sucedió mejor de lo esperado pues quien lo encontró fue la hija del faraón, quien interpretó este evento como divino y lo adoptó como su propio hijo.

Después, habiendo sobrevivido (sin darse cuenta de esto) cuarenta años como porte de la realeza, cometió un crimen al matar a un capataz que maltrataba cruelmente a uno de los esclavos, por lo cual, lleno de temor, huyó al desierto donde fue “adoptado” por la familia de Jetro e instituido como pastor de ovejas, donde sobrevivió otros cuarenta años.

Espero ser claro: Hasta aquí Moisés estaba totalmente enfocado en conservar su vida, más no en vivirla. Sin duda esto tenía que cambiar, pues si hubiese muerto en esta etapa, seguramente nadie de nosotros sabríamos quien fue Moisés.

Y mientras sobrevivía como pastor de ovejas, Moisés notó que había una zarza envuelta en llamas, pero que no se consumía, así que pensó: “¡Qué increíble! Voy a ver por qué no se consume la zarza” y en la curiosidad se dio cuenta que ese no era un fuego común, ese era el fuego que necesitaba su vida para vivir.

Si has leído la historia (o viste la película del príncipe de Egipto), sabes que hubo una conversación entre Dios y Moisés. Hay una parte de dicha conversación que quiero resaltar, mientras Dios le mostraba a Moisés su pasión de vida, él se resistía y no la aceptaba por miedo, y ponía una serie de pretextos. Aquí pongo la conversación que llama poderosamente mi atención:

Moisés le dijo a Dios: “¿Y qué hago si no me creen ni me hacen caso? ¿Qué hago si me dicen: “El Señor no se te ha aparecido”?”

“¿Qué tienes en la mano?” preguntó Dios.

“Una vara” respondió Moisés.

“Déjala caer al suelo” ordenó Dios.

Entonces, Moisés la dejó caer al suelo, y la vara se convirtió en una serpiente. Moisés trató de huir de ella, pero Dios le dijo que la agarrara por la cola y en cuanto Moisés agarró la serpiente, esta se convirtió en una vara en sus propias manos. [Éxodo 4]

Quiero que notemos la importancia de la bara de Moisés. Esta bara representaba tres cosas en su vida: Su identidad, su influencia y sus ingresos.

En aquella época identificabas a un pastor de ovejas principalmente por la vara. Era su herramienta principal de trabajo, y la usaba para guiar a las ovejas. Es como hoy en día si uso una bata blanca, quien me vea seguramente pensará que soy doctor. 

En esos días la riqueza de las personas se medía por la cantidad de animales que poseía. Y generalmente, el pastor era un empleado (como era el caso de Moisés, las ovejas eran de Jetro).

El problema real era que Moisés se había convencido de que sería pastor. Aunque no le apasionara, era una vida cómoda, sin embargo, la verdadera vocación de Moisés no estaba en el palacio real ni en los rebaños de ovejas y Dios se lo hizo notar diciéndole “¿Que tienes en la mano?”

Esta pregunta es fundamental pues todos tenemos una tendencia natural hacia nuestra identidad y pasiones, el problema viene cuando las niego (principalmente por miedo) y opto por cambiarlas por las “identidades” y “pasiones” que otros (bien intencionados como la hija del faraón o Jetro con Moisés) han puesto sobre mí. Es ahí donde se pierde la vida. (Ver: "sméagol o gollum")

Recuerdo que el día de mi graduación de la universidad, uno de mis compañeros lloraba amargamente y nos decía que era uno de los peores días de su vida pues estudió algo que él no quería estudiar y que lo hizo solo porque sus padres querían que estudiase eso.

Hoy Moisés es recordado por su etapa como libertador, es ahí donde su fuego brilló con mayor intensidad.

La buena noticia es que hoy es el momento de retomar el fuego divino en mí y entregarle lo que tengo para que entonces cobre vida. En otras palabras es atravesar el miedo y darme cuenta que detrás está la vida que tanto he anhelado.

Sin embargo, para que esto sea posible necesito ser consciente del fuego divino que hay en mí y dejar de resistirlo, como lo dijo el profeta: “No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre, entonces su palabra en mi interior se vuelve un fuego ardiente que me cala hasta los huesos. He hecho todo lo posible por contenerla, pero ya no puedo más.” [Jeremías 20:29]

Comentarios

Entradas más populares de este blog

LOS FILTROS (Guarda tu mente parte 2)

Súper poder 8: Reconocer cuando me equivoco

Caminante no hay camino…